10/5/16

Vanity Fair España "Cómo Britney se convirtió en la persona más normal del mundo"


El sitio oficial de de Vanity Fair España, redacta el siguiente articulo sobre Britney Spears y como ella se ha convertido actualmente la persona mas normal del mundo:

Tras la locura, las rehabilitaciones, los paraguazos y las adicciones, llegó la calma. Hoy Britney Spears se comporta como la chica sureña que siempre fue. Y eso también es punk.

Britney Spears sigue siendo esa chica nacida en McComb, Mississippi, a principios de los ochenta. Podría ser el comienzo de una novela de Gillian Flynn. Y permítanos ahora unas líneas que podrían ser el de una de Noah Gordon para ponernos en contexto. Hace más de cuatro siglos la primera hornada de peregrinos británicos se establecía en el nuevo mundo para trasladar sus costumbres y valores a este territorio. Desde entonces, sus descendientes honran la memoria de sus antepasados recordando sus orígenes con cierta frecuencia.

No solo mediante fiestas avícolas o desfiles militares. También en su cotidianidad y cada domingo en la iglesia. Su idiosincrasia milenaria se traduce en cada aspecto de sus vidas. Una persona íntegra seguirá siendo la misma que fue en sus inicios, aunque la fama haya hecho estragos a su biografía, o su existencia se desarrolle entre mansiones y limusinas.

El caso de Spears es uno de los más relevantes en cuanto a devoción con su entorno. A los dieciséis años, la princesa del pop –que ya había trabajado en The Mickey Mouse Club con Christina Aguilera– firmó su primer contrato musical con el sello discográfico Jive. Dos años más tarde, su primer álbum sonaba de manera machacona en las habitaciones de las adolescentes de medio mundo.
A partir de ese momento, su rutina se convirtió en un constante escrutinio por parte de la prensa internacional, que se encargaba de documentar y calibrar cada uno de sus movimientos. Estos, a su vez, estaban dirigidos por los jefazos del sector. Spears era un producto que había sido creado para personificar el sueño del fin del milenio: se imponía entonces una estética futurista y moderna, en la que no había espacio para la individualidad sureña.



Pero no solo era necesario perfilar su aspecto exterior, también urgía definir el modelo de mujer de hace casi dos décadas: una joven dulce pero sexy, capaz de resultar atractiva sin perder la inocencia. Aun así, los fans europeos no podían evitar percatarse del embuste, y no entendían cómo una chica de 21 años y multimillonaria, que se levantaba cada día en un país diferente, podía conversar de una manera tan naïf sobre constructos universales como la pureza –ella misma se congratulaba de que no perdería la virginidad hasta que pasase por el altar–. Todos ellos dinamitados por las estrategias que imponía el mercado, como ese beso sin lengua que Madonna le concedió muy poco después.
  • NACIDA EN UNO DE LOS ESTADOS MÁS CONSERVADORES DE ESTADOS UNIDOS, A SUS 34 AÑOS HA ABRAZADO SUS RAÍCES Y ABANDONADO EL LUJO DEL NORTE. QUE SALGA A LA CALLE CON MÁS KILOS DE LOS NORMATIVOS, EL PELO SIN ARREGLAR Y COMBINANDO FALDAS VAQUERAS CON BOTAS UGG RESULTA SUBVERSIVO.

La figura de Spears ha estado siempre repleta de aristas, pero la industria musical estaba dispuesta a modelarla a la imagen y semejanza de los valores occidentales que en aquel momento imperaban. Y que venían determinados por los dictámenes que establecían los estados del norte del país y no los del sur. Pero los directivos nunca consiguieron domar de manera absoluta a la artista. Necesitaron unos años para entender que no habría forma de evitar que la cantante se comportase como ella sentía que debía hacerlo.

Eso sí, conviene recordar que su rebeldía estuvo presente desde sus inicios y que su singularidad marcada por un pasado de políticas confederadas jamás la abandonó. Por eso no hay más que echar un vistazo a las fotos que los paparazzi han ido almacenando de su día a día, para entender que el ingente archivo de naturalidad de la artista es abrumador.

Esta ascendencia también se ve reflejada en su look: su estética nunca ha tenido nada que ver con aquella que le venía impuesta en las promociones, videoclips o conciertos. Una bofetada en todas las caras de artistas exitosos que beben champán y hacen hípica. Spears reivindica así su abolengo, por encima de estrellas y de purpurina.


Saltarse las normas es algo que le viene dado por su carácter, aunque ella quizás no lo haga de manera consciente. Lo que está claro es que inmersa en un panorama social y cultural en el que las mujeres se encuentran de manera constante en el punto de mira –máxime si eres una celebridad–, atreverse a salir a la calle con más kilos de los normativos, el pelo sin arreglar e incluso combinar faldas vaqueras con botas Ugg resulta bastante subversivo. Si este tipo de conductas que la artista pone en práctica tienen la finalidad de destruir el sistema que la ha creado, este habría sido un golpe maestro. De no ser así, tampoco tendría demasiada importancia. Sea como fuere, su conducta vital es pura irreverencia punk.

Al acariciar las mieles de la juventud, la edad adulta resulta algo lejano que trae consigo una mochila cargada de deberes cotidianos, trabajo a raudales y dolencias. Sin embargo, si algo nos han demostrado aquellos que han ido cumpliendo años es que, según va pasando el tiempo, cada vez son más los que deciden hacer lo que realmente les apetece, sin atender al qué dirán. Son los beneficios de la longevidad. Quizás Spears no haya alcanzado aun esta comunión, pero todo indica que se encuentra cerca. A sus 34 años, esta chica nacida en uno de los estados más conservadores y religiosos de Estados Unidos ha abrazado de nuevo sus raíces para abandonar el lujo norteño y refugiarse en su familia y aficiones. Las de siempre: hornear pasteles (para después comérselos sin dejar mácula), rezar o ir a la playa.

Mucho antes de que Beyoncé se aliase con la cadena por cable HBO para grabar la primera cinta autobiográfica sobre su vida, y que ahora complementa con Lemonade, Spears decidía registrar sus experiencias en un formato similar. El reality show Britney & Kevin: Chaotic narra el noviazgo entre la cantante y Kevin Federline y culmina con su boda. Este producto, totalmente denostado por los críticos –dijeron que Britney era "intrascendente", "ridícula" y estaba llena de "ideas infantiles sobre el mundo"– y por el público, dio inicio a una década en la que contar la vida privada de las estrellas más exitosas equivale a millones de dólares y fama.

Sin embargo, en el caso de Britney and Kevin: Chaotic, las reseñas no fueron tan buenas como las que años más tarde obtendría la autora del himno Crazy in Love. Los periodistas tachaban a la cantante de infantiloide y narcisista, y algunos incluso se lamentaban de que la grabación suponía el suicidio filmado de su carrera como cantante.

¿Por qué no interesaba conocer de primera mano las intimidades de una chica a la que tanta gente seguía y admiraba? Ni a los fans ni a la industria les parecía sugerente descubrir la verdadera naturaleza de la cantante y mucho menos percatarse de que Spears no era tal como la habían imaginado. Lo cierto es que a pesar de vivir entre bambalinas, la artista era una chica normal con las mismas preocupaciones que sus compañeras de instituto. Y no resultaba glamuroso ni sugerente para nadie ver a la estrella adolescente ya crecidita con el pelo revuelto, en chándal y un tanto perturbada. Fue el comienzo de una época marcada por sus continuas entradas y salidas en clínicas de rehabilitación y la pérdida de la custodia de sus hijos.

Ya recuperada –pero tutelada por su padre y un ejército de abogados que controlan hasta sus más pequeños movimientos financieros–, la princesa del pop ha marcado un punto y final con respecto a su anterior vida para iniciar otra etapa en la que parece tener claro que hará todo aquello que le hace feliz. En principio, ha renovado su contrato con Planet Hollywood durante dos años más, para así seguir trabajando en su espectáculo permanente Piece of Me. Según parece, para la cantante resulta más beneficioso poder vivir tranquila con sus dos retoños (ya recuperados) en el estado de Nevada que estar de gira.

Este cambio de costumbres se percibe en sus redes sociales; su cuenta de Instagram ha dejado de lado la impersonalidad segura del pasado y, en la actualidad, está plagada de gatitos, citas inspiracionales como las que comparte el vecino del quinto y proverbios de la Biblia. También se muestra emocionada con cascadas o claros de luna, presume de sus niños a los que viste a juego, y reivindica chistes, citas de Einstein y mensajes empoderadores.

Su Instagram no se parece al cuidadísimo y controlado escaparate que exhiben otras estrellas del pop. Esa Britney es ella misma, más que nunca. Si ustedes la observan de cerca, no les debería resultar demasiado difícil advertir que la cantante se siente bastante más cómoda con unos leggins que encima de una alfombra roja. En cualquier caso, Spears se muestra más espléndida que nunca con su nueva (pero antigua) realidad lejos de los alardes yankees. El mensaje está claro: el poder no la ha cambiado. Sus antepasados, los peregrinos británicos, se sentirían orgullosos.




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